OSAR
- Horacio Erik Avilés Martínez
- 26 jun 2013
- 4 Min. de lectura
Los que estamos en este plano, desde el momento de nuestra concepción hemos osado. A pesar de que algunas voces nos señalaron que incurríamos en el pecado original, nos atrevimos a nacer. Desde el momento en el cual hemos consumido oxígeno y arrebatado la vida a otras especies animales y vegetales para continuar con vida estamos osando. Hemos abierto un sendero irrenunciable. La osadía de haber vivido nos costara la muerte. Ello implica la eterna tragedia de iluminar nuestra conciencia y la de nuestros semejantes a sabiendas de que los buitres de la envidia, la traición y la ambición nos consumirán las entrañas a nuestro menor descuido. Hacer que valga la pena nuestro atrevimiento es nuestra responsabilidad.
Hemos aprendido que esta mesa de estabilidad pétrea tiene cuatro patas: saber, querer, callar y osar. Cualquiera de ellas es inicio y fin de nuestros pasos, que pueden alternarse en cuadrúpedo desplazamiento en la búsqueda de la Verdad. De esta manera, se puede querer saber, osar callar, saber callar, querer osar, etcétera, en dialéctica espiral, en la cual elegimos el sendero del cangrejo o el sendero de quien se consume en el camino.
Tocad y se os abrirá, pedid y se os dará, buscad y encontraréis, hablad y se os escuchara, son verdades que desde el nacimiento se saben en este plano, ya que incluso un neonato instintivamente afirma que aquél que no llora, no mama. Conforme pasa la vida, entre más nos impele la sociedad a vivir ese camino de competencia eterna, tendemos a osar a prevalecer, mientras que para el desposeído, el marginado, osar lo es todo porque nada tiene. Estamos demasiado ocupados en vivir nuestra vida, pero pocas veces volteamos a buscarle sentido a vivirla, a encontrar el significado de osar y lo que nos devela. Por ejemplo, sin osar lo suficiente jamás aprenderemos por qué es importante callar, sin osar no vale la pena querer y sin osar, el saber es inútil. Para osar bien vale la pena guardar silencio.
Osar involucra poder recorrer los doce gajos de la rueda anual entendiendo sus arquetipos, simbolismo y alegorías, organizando las posibilidades de sortear las tempestades y aprovechar las oportunidades que nos brindan los diferentes arquetipos. Por ejemplo, en estos días, desde la perspectiva de Cáncer, osar en la vida es también organizar el mundo mental de cada uno de nosotros para poder crear un hogar en el cual habitar y sentir el mundo exterior a través de la coraza, porque la carne del crustáceo citado es temerosa del dolor y de las tragedias de la vida.
En suma, si ya osamos encarnar en este mundo, y ante la perenne opción del suicidio, desdeñando las incontables formas de evasión de nuestro destino, hemos decidido vivir existencia, vale la pena que sea osando, que sepamos que todo lo que hacemos requiere osadía, es un constante desafío el resto de las fuerzas y conciencias que cohabitan este mundo y en las cuales todos luchamos por prevalecer.
Asimismo, un 26 de marzo de 2008 se concretizó el esfuerzo mediante el cual hemos osado refundar el Círculo Cultural Melchor Ocampo, con una historia de altibajos, de generaciones brillantes y perdidas, cuna de grandes hombres, pero también de otros que no han pasado a la historia por sus vicios e imperfecciones. Una organización nacida precisamente cuando la puerta cósmica se abre, por la que entran los hombres que aspiran a ser dioses, complemento perfecto del solsticio de invierno, que es cuando llegan los dioses a vivir encarnaciones mortales. Hace 92 años se tomó tal elección, en un momento posrevolucionario, en un Michoacán que estaba bañado en sangre, pleno de caudillismos y de rezagos sociales.
Hoy, la realidad no es muy diferente. Vivimos en un Michoacán de mentiras, de enfermas mentiras. Sin embargo, ello no deber ser pretexto para que nos convirtamos en transgresores sistemáticos de los establecido mediante el esfuerzo de miles de nuestros predecesores.
Michoacán merece miembros, que sean capaces de poner el ejemplo. La pereza, la ambición, el influyentísmo, lo estentóreo y el juniorazgo deben quedar atrás, hoy nuestra entidad ya no soporta más entropía ética. Se requieren ciudadanos que sepan respetar su turno, que respeten las reglas de convivencia establecida, que se reconozcan como tales, que sean capaces de desafiar a las autoridades establecidas con el constante cumplimiento congruente de la ley, aunque ellos mimos no lo realicen así. Craso error sería intentar o promover mayores pérdidas humanas llamando a la revolución. No olvidemos jamás que “es hablándonos y no matándonos como habremos de entendernos”. Que osar sea una susurrante arenga a lograr diáfanamente nuestros propósitos, brillando en lo firme y honesto de nuestro actuar, ya que quien pretenda fulgurar en lo oscuro tal vez estará derramando la gota que finalmente vuelque el vaso del desastre.
Osar, nos legó Ocampo que también es actuar “haciendo en conciencia cuanto se cree bueno”, siendo congruente con lo jurado y con lo que Michoacán necesita. No callemos nuestra voz, pero mucho menos evitemos que el eco de nuestras acciones retumbe en la eternidad, determinemos que las cosas sucedan, sin olvidar que cuando osemos, iniciamos o innovamos siempre tendremos oposición del statu quo y las tibias palmaditas de quienes consideran que existe alguna oportunidad de medrar a partir de nuestras acciones con el cambio. Nuestros hermanos predecesores que fundaron nos dejaron como legado la enseñanza de que también se puede aspirar a osar teniendo los pies en la Luna...

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